Unko y Karina son dos galgos adoptados que nos dan su particular visión del mundo

jueves, 16 de junio de 2011

La cajita

Ayer por la tarde tuvo lugar el concierto de verano del cole donde hasta ahora Artu ha estudiado música. Calor aplastante, niños correteando por los pasillos, abuelos peleando por la primera fila, mamis emocionadas. Lo de siempre. Tan especial. Esas pequeñas cosas mágicas, especiales, humildes, únicas. Los chiquitines luchando contra el tamaño de su guitarra o el tamaño de su timidez. Los profes, pacientes, animando a sus alumnos. Abanicos, chuches, cámaras de vídeo, flashes.

Ayer era el último concierto que Artu daba en su ya ex cole y le ví pasar tan enano, con su uniforme grandote y su violincito a cuestas. Ví sus primeros conciertos y cómo despuntaba. Artu tiene talento, me repetían sus profes. Le vi tocando sus primeras piezas de piano y sintiéndome orgullosa de ese rubito que lleva la música en la sangre. Le ví sacando de oído el Poem Without Words de Anne Clark, -que no encontramos la partitura por ningún lado- y también ví como arrancaba alguna lágrima a mi amiga Mar cuando le escuchó River Flows on You. Le ví tocando en mi boda. Y escuché miles de aplausos, frases de admiración de otras madres. Y millones de horas tocando en casa.

Ayer tocó por última vez en ese escenario tan querido, donde ha descubierto la droga de aplauso del público, donde ha pasado de ser un pequeñín extremadamente tímido a un tipo seguro de sí mismo que se crece en las tablas.

Cuando salimos después de muchas felicitaciones, las niñas hacían una demostración de gimnasia rítmica con el fondo de Alegría del Circo del Sol. Bajaba el calor y corría una leve brisa. Mis perros correteaban. Mi hijo salió y me abrazó muy fuerte. Y guardo ese momento en mi Cajita de los Momentos Especiales. Mis tesoros particulares. Cuando quieres que la vida se pare justo ahí y no se mueva más.

Gracias Maguito. Gracias música.