Unko y Karina son dos galgos adoptados que nos dan su particular visión del mundo

domingo, 8 de mayo de 2011

La muerte

Severiano Ballesteros murió ayer. Amaba Cantabria y fué el mejor en el golf.

Una de las cosas que distingue a los humanos del resto de las especies es su afán por ir más allá de la muerte. Ellos viven creyéndose inmortales. Están seguros de que cada día, cuando se despierten, habrá amanecido. Nosotros no lo vemos de la misma manera: nunca sabemos cual va a ser nuestro último momento, por eso vivimos como si siempre lo fuera y en la permanente duda de si existirá un mañana. Esto nos hace estar en paz, ya que nos sabemos incapaces de luchar en contra de la Naturaleza y también vivir intensamente, siempre contentos por poder seguir aquí un ratito más.


Los humanos pierden mucho tiempo pensando en el futuro: qué harán el año que viene, cuánto dinero ganarán, en qué lo gastarán, planean vacaciones y algunos tienen sus agendas completas de actividades hasta que se les terminan las páginas. Pocas veces aciertan. El caso es que, cuando las cosas no les salen como ellos habían pensado, lo pasan fatal. No dejan margen al destino. Van en contra de la Naturaleza porque el futuro no existe.


La muerte llega en cualquier momento, eso nosotros lo sabemos bien. Sea por enfermedad, o por un accidente, o simplemente porque lo dicte la Naturaleza. Es lógico, ordinario, tan normal como la propia vida. No tiene por qué haber otra vida ulterior, ¿para qué, si ya hemos vivido la nuestra? A cada ser vivo se le asigna un momento en la inmensidad del tiempo, su momento, una vida. Lo que hagamos o no con ella ya depende de nosotros. Algunos humanos la aprovechan bien, otros se pierden mucho, que yo los he visto. Y después, nada. Sólo la muerte. El fin lógico de todas las cosas.


Nada es para siempre. Todo tiene un principio y un final. La muerte es sólo el final. Sólamente.

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